miércoles, 1 de diciembre de 2010

Miedos infantiles


Los miedos infantiles son universales, es todo un mundo que en ocasiones ayuda a los niños a evolucionar, favorecer la adaptación al entorno, etc., pero es un tema que se debe respetar apoyando y consolando al niño para que pueda superarlos.

La respuesta del miedo es algo muy normal, se da tanto en niños como en adultos y aparece ante posibles situaciones reales o imaginarias. Es una respuesta de nuestro organismo, una señal de alerta que le permite al niño tomar precauciones para poder evitar enfrentarse a ese peligro que le asusta.

El miedo desencadena algunas reacciones fisiológicas como pueda ser el tartamudeo, la taquicardia, el acaloramiento, ideas negativas, ansiedad, etc.

Se denominan miedos infantiles porque hay una serie de situaciones que son conocidas y repetidas en la mayoría de los niños, como el miedo a separarse de la madre, a la escuela, al médico, a la noche, etc. La realidad es que estos miedos tienen algo en común, una función de adaptación que les permite a los niños estar más prevenidos y buscar un apoyo en las personas que les rodean, casi siempre son los padres.

A todos estos miedos hay que nombrar un poderoso aliado que en ocasiones juega malas pasadas a los niños, se trata de la fantasía. El hecho de recrear algún personaje imaginario o una determinada situación, puede llegar a atemorizarles tanto o más que cualquiera de las realidades que viven. Por esta razón hay niños que se asustan ante un trueno de una tormenta o por la oscuridad de la habitación, la imaginación del niño sumada a estos estímulos externos dan como resultado la búsqueda del amparo de los padres.

Estos miedos son algo normal e incluso saludables, ya que forman parte de un proceso de aprendizaje, conforme éste evoluciona, los temores van desapareciendo. Los padres nunca deben menospreciar esos temores y mucho menos no brindar el apoyo al niño. Hay que ser comprensivos y darles mucho cariño, sólo así evolucionarán adecuadamente y superarán estos temores infantiles.



Cada niño tiene sus propias vivencias y, por lo tanto, sus propios temores. El apoyo que el pequeño necesite para superarlos será diferente en cada caso, pero existen unas pautas generales que pueden ayudarlos.

Qué hacer

  • Primero, identificar lo que produce miedo. Hablar sobre las cosas que le causan temor, que se sienta escuchado. Y si es muy pequeño y todavía se expresa con dificultad, se puede recurrir a dibujos donde pueda plasmar lo que le asusta; juegos y juguetes que le permitan realizar pequeños actos de valentía (jugar a detectives con linternas); y películas y cuentos, en los que el protagonista tenga algún temor y lo supere.
  • Ser comprensivo. Procurar que no se sienta avergonzado ni regañado. Sin infravalorar sus sentimientos, hacerle saber que es normal tener miedo en alguna ocasión y que nosotros también tuvimos alguno en nuestra infancia e incluso de adultos.
  • Transmitirle seguridad y confianza, siempre con un tono relajado. Debe percibir que sus padres están seguros de que no corre peligro.
  • Alentarle a que se enfrente a sus temores de forma gradual, aunque al principio sea con nuestra ayuda, sin forzarlos y elogiando sus conductas valerosas.
  • Fomentar su autoestima y autonomía. Hacerle ver que confiamos en que es capaz de enfrentarse a la situación y de vencer su miedo, y elogiarle cuando intenta cosas nuevas y demuestra responsabilidad e independencia.
  • Enseñarle maneras de contrarrestar la ansiedad: escuchar música, relajarse, o actividades que le mantengan ocupado (contar fichas, enumerar comidas favoritas).
  • Concederle algún poder sobre la situación (encender una pequeña luz de enchufe, tener una pequeña mascota).
  • Predicar con el ejemplo, de forma que tenga en nosotros un modelo adecuado de superación.
  • Ofrecer al niño una visión positiva del mundo. Hay que enseñarle a no preocuparse excesivamente por las cosas y a encontrar soluciones a los problemas que le surjan.
  • Mucho humor. Un buen antídoto contra el miedo es transformar aspectos aterradores en características graciosas mediante dibujos y bromas.
  • Es bueno practicar juegos divertidos en la oscuridad (la gallinita ciega, sombras chinescas, regalos escondidos en la oscuridad, el escondite, etc.), enseñar al niño el encanto de la noche, de las estrellas y de la ciudad iluminada, acostumbrar al niño a dormir a oscuras y, si tuviera pesadillas, intentar consolarlo con la luz apagada (para evitar que relacione oscuridad con pesadillas y luz con consuelo).


Qué no hacer

  • No se debe ignorar el miedo. Frases del tipo “no te asustes, no tienes motivo” o “tienes que ser valiente” le hacen sentirse incomprendido y solo ante el peligro, ya que si sus padres niegan su miedo, seguramente no le van a poder ayudar a superarlo.
  • Tampoco hay que reaccionar de forma exagerada. El niño puede ver en ello más atención y concesiones de las normales, que le libran de tareas y obligaciones, reforzando accidentalmente los temores.
  • No burlarnos del niño, ni regañarle. La ridiculización no le hace menos miedoso, solo merma la confianza en sí mismo y hace que trate de ocultar su miedo.
  • No evitarle los objetos y hechos que teme, ya que así supera momentáneamente el miedo, pero no le ayuda a vencerlo definitivamente. 
  • No llevarlos a nuestra cama. Y tampoco meternos en la cama con ellos. Esto puede dar a los niños la impresión de que deben temer a sus propias camas y darles malos hábitos.
  • No debemos de decirles que las pesadillas no son reales. Tampoco decirles que fue “solo un sueño”. Lo que si pueden hacer los padres es explicarles lo que es un sueño y que todos lo tenemos.
  • No mentir al niño. La información sobre un hecho que le sobrepasa (por ejemplo, vacunarse) le puede ayudar a controlarlo. Simplemente hay que explicarle las cosas de manera sencilla para que las pueda entender.
  • No transmitirles nuestros temores personales.

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